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José María Barreto: un diplomático peruano de valor ejemplar

Publicado: 2018-05-20

Sumilla: José María Barreto fue un diplomático peruano que perdió su puesto en el exterior por salvar la vida a 58 personas, incluyendo 14 niños, durante la Segunda Guerra Mundial.

El 9 de abril de 2018, el congresista tacneño Guillermo Martorell Sobero, perteneciente al Grupo Parlamentario Fuerza Popular, presentó un proyecto de ley cuyo artículo «único» declara de interés público y necesidad nacional el reconocimiento al tacneño don José María Barreto Bustíos por su conducta diplomática. (En la imagen de cabecera, el retrato del centro)

El proyecto contiene, sin embargo, dos disposiciones «complementarias», es decir dos artículos adicionales. Mediante la primera, se exhorta a la Cancillería a reivindicar la memoria de Barreto Bustíos y a erigirlo en modelo peruano de conducta diplomática en situaciones de guerra. La segunda, en cambio, tiene la finalidad de derogar la Resolución Suprema 958 y dejarla sin efecto. 

Ahora bien, ¿quién fue José María Barreto Bustíos? ¿Qué hizo para que amerite considerarlo «modelo de la conducta diplomática»? ¿Por qué habría entonces que reivindicarlo? ¿Qué estipula la Resolución Suprema 958 y por qué habría de ser dejada sin efecto por vía legislativa? No obstante su halo de misterio, este proyecto normativo constituye un verdadero acto de justicia. Veamos por qué.

¿Quién fue José María Barreto? 

José María Barreto Bustíos nació un 16 de noviembre de 1875 en Tacna, el menor de los tres hijos del coronel Federico Barreto Suárez y de doña María Ventura Bustíos Bustíos. Su hermano mayor, nacido en 1862, fue Federico Barreto, a quien se recuerda como el «cantor del cautiverio» y su hermana mayor, nacida en 1870, llevó el nombre de su madre: Ventura. Los tres nacieron y crecieron en Tacna.

José María y Federico se dedicaron de lleno al estudio de las letras en su Tacna natal y, resueltos a contribuir a no dejar extinguir el sentimiento nacional peruano, ambos trabajaron como redactores en uno de los principales diarios peruanos en Tacna: La Voz del Sur, hasta la destrucción de sus imprentas por una turba de obreros chilenos que trabajaban en la construcción del ferrocarril de Arica a La Paz, en la noche del 18 de julio de 1911. La actuación de los hermanos Barreto en esta campaña periodística fue objeto de reconocimiento por el Congreso de la República, mediante la Resolución Legislativa 1442 de fecha 31 de octubre de 1911. (ver aquí)
 
Trasladado a Lima, José María asumió ese mismo año, a la edad de 36 años, la dirección del diario El Peruano, el diario oficial, y se le nombró profesor de la Escuela Nacional de Artes y Oficios. Un año más tarde, en 1912, José María Barreto publicaba su libro El Problema peruano = chileno (1883-1911), en que condensaba su conocimiento y experiencia del predicamento en que se encontraban Tacna y Arica bajo la ocupación chilena. La tercera edición de esta importante obra salió al público en 1919, diez años antes del retorno de Tacna al Perú mediante la firma del Tratado de 1929.

Pero esto no fue suficiente para José María Barreto, a quien vemos llegar a Arica trece años más tarde, en agosto de 1925, a bordo del Ucayali, en compañía de su hermano Federico y su hijo Gastón, para trabajar en la Comisión Plebiscitaria de Tacna y Arica. Barreto, quien ya integraba las filas del Servicio Diplomático de la República, se desempeñaría como Secretario General de la delegación peruana ante dicha Comisión, creada por el fallo arbitral del presidente de los Estados Unidos de América, Calvin Coolidge, de marzo de 1925. Federico y Gastón, en cambio, trabajarían como redactores de La Voz del Sur, periódico editado a bordo del Ucayali y distribuido con mucho esfuerzo y riesgo en las calles de Arica.

La Comisión Plebiscitaria, recordemos, estuvo presidida primero por el general John Pershing y, posteriormente, por el general William Lassiter, ambos estadounidenses, y la delegación peruana por el diplomático Manuel de Freyre Santander. (ver aquí)

Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Dakota, EEUU, José María fue miembro de diversas sociedades académicas internacionales como la Real Academia de Historia de Madrid, la Academia de Historia de Colombia, el Instituto Histórico Geográfico del Brasil, la Asociación de Derecho Internacional de Washington, y la Sociedad de Historia Internacional de Francia, entre otras.

De qué fue “acusado” José María Barreto en Ginebra

Siendo Cónsul General del Perú en Ginebra, José María Barreto, fue contactado a mediados del año 1943 por el «Comité internacional para la ubicación de intelectuales refugiados» (Comité International pour le Placement des Intellectuels réfugiés) con el ruego de emitir pasaportes peruanos a nombre de intelectuales judíos polacos que se encontraban recluidos en el campo de concentración de Vittel, en la Francia ocupada por la Alemania nazi, y que muy probablemente serían trasladados a Alemania y ejecutados.

El Cónsul General peruano accedió a dicha solicitud de desesperación y procedió a emitir tales pasaportes a nombre de 27 personas judías de nacionalidad polaca durante la segunda mitad del mes de julio de 1943. Este acto de humana generosidad permitió salvar de una muerte segura no sólo a los 27 titulares de esos pasaportes sino también a sus familias respectivas, pues muchos de ellos fueron arrestados con sus cónyuges y niños. El número de personas salvadas ascendía así a 58, incluyendo a 14 niños.

Las autoridades policiales suizas, sin embargo, tomaron conocimiento de este hecho y le pidieron las explicaciones del caso al Ministro Ventura García Calderón, Jefe de la Legación del Perú en Suiza, quien, a su vez, se las exigió al Cónsul General en Ginebra e informó a Lima lo ocurrido. (En la imagen de cabecera, el retrato de la derecha)

Veamos a continuación este diálogo mudo de comunicaciones cablegráficas de la época entre Ginebra y Lima, y dejemos que José María Barreto formule sus descargos con sus propias palabras.

En su cable número 176 dirigido al Canciller Solf y Muro (retrato de la izquierda en la imagen de cabecera), de fecha 5 de agosto de 1943, García Calderón manifiesta que:

«Con sorpresa recibo nota de Gobierno suizo, pidiéndome instrucciones un pasaporte otorgado bajo número 42 gratis a un tal Frank Günther, judío, por Cónsul Barreto, julio 20 de este año. Como Ud. sabe, he centralizado aquí estricta vigilancia de pasaportes en Europa de todo peruano que los solicita y someto cada caso dudoso a Ud. Para concluir, agradeceré a Ud. me diga con urgencia si ha sido autorizado por Ud. ese otorgamiento pasaporte».

Y dos días después, el 7 de agosto, García Calderón le exigía a José María Barreto las explicaciones del caso: «Sírvase decirme con qué autorización otorgó pasaporte Nº 42, julio 20 a Frank Günther, y por qué usó sello con mención Legación del Perú».

La explicación de José María Barreto al Ministro García Calderón, de fecha 12 de agosto, es tan clara como transparente y elocuente:

«Nadie autorizóme. Sentimientos humanitarios políticos del momento indujéronme conceder excepción servicio solicitado encarecida, urgentemente por organizaciones internacionales protección intelectuales refugiados y ayuda israelitas perseguidos, otorgando pasaportes emergencia, única forma salvar vida presos en Alemania previo formal compromiso destrucción pasaportes inmediatamente logrado salvación. Ruego considerar circunstancias extremas y mi conocimiento coyuntura europea, excusando procediera sin autorización, inspirado en sentir Gobierno peruano favorable países víctimas Alemania y en recomendaciones Sto. Padre». 

archivo central rree

archivo central rree

(Pasaporte de Frank Günther expedido por José María Barreto)

Y no obstante explicación tan inobjetable de parte de Barreto, el Ministro García Calderón envió a Lima, el 12 de agosto, el siguiente telegrama con el número 182

«En vista gravedad del contenido del telegrama mío Nº 176, pedí al Cónsul nuestro en Ginebra me remitiera urgentemente lista detallada razón pasaportes otorgados por él en este año. Recibida lista contiene nombres 58 personas en 27 pasaportes todos sin autorización respectiva y otorgados a judíos en campos concentración. En nota respuesta dice haber obrado así por motivos humanitarios. Sin querer extremar rigores con un viejo funcionario, necesito deslindar responsabilidades y respuesta de Ud. para absolver preguntas de policía federal que descubrió existencia de esos pasaportes clandestinos».

Las explicaciones de Barreto, no obstante reflejar un extraordinario valor humano, no parecen haber sido suficientes para el Presidente del Perú, Manuel Prado Ugarteche, ni para su Canciller Alfredo Solf y Muro. Estos últimos, basándose únicamente en los dos cablegramas de Ventura García Calderón, y sin escuchar los descargos directamente del acusado, condenaron a José María Barreto y rubricaron la Resolución Suprema Nº 958 de fecha 17 de agosto, cuyo texto es como sigue:

«Vistos los cablegramas Nos. 176 y 182 del Ministro de la República en Suiza, comunicando que el Cónsul en Ginebra José María Barreto, ha otorgado pasaportes a extranjeros cuyo ingreso al territorio nacional fue suspendido por motivos de interés público; y siendo inaceptables las razones expresadas por el mencionado funcionario consular para justificar la concesión de dichos documentos contrariando expresas disposiciones prohibitivas dictadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores; SE RESUELVE: Cancelar el nombramiento de don José María Barreto como Cónsul General de la República en Ginebra.– Regístrese, comuníquese y publíquese. Rúbrica del señor Presidente de la República. – SOLF».

Dos días más tarde, el 19 de agosto, el Secretario General de Relaciones Exteriores, Javier Correa Elías, le hacía llegar a Barreto el siguiente cablegrama:
 
«Considerando inaceptables razones alegadas y habiendo procedido contra disposiciones expresas leyes peruanas, posponiendo intereses nacionales, canceládose su nombramiento. Entregue archivo al funcionario designe Ministro García Calderón».

El mismo día, el Canciller Solf y Muro le telegrafiaba a García Calderón la siguiente instrucción: 

«Es urgente comunique Gobierno suizo pasaportes otorgados por Cónsul nuestro en Ginebra son nulos y por lo tanto, procure retirarlos de sus actuales poseedores. Sírvase remitir por correo aéreo lista completa y número cada pasaporte, para impedir entrada al Perú. 2º Nombramiento Barreto cancelado. Comunique su retiro a ese Gobierno y disponga clausura oficina consular en vista segundo párrafo suyo 176». 

La reacción de Barreto al recibir la noticia de la cancelación de su nombramiento como Cónsul General del Perú en Ginebra fue la siguiente: «Dolorosamente impresionado por rigor con que trátaseme por haber salvado, pudiendo hacerlo, vida algunos intelectuales extranjeros, víctimas país enemigo Perú, invoco antecedentes toda mi larga, activa, patriótica, austera, pobre vida, como respuesta acusación haber pospuesto intereses nacionales».

Los descargos de José María Barreto

Recién el 23 de noviembre de 1943, José María Barreto le cursaba un extenso oficio al Secretario General Correa Elías, exponiéndole las razones por las cuales había otorgado los pasaportes que le costaron el puesto. Escuchemos sus razones principales, en sus propias palabras:

1. Los pasaportes en cuestión, que concedí en favor de intelectuales de las Naciones Unidas internados en campos de concentración en regiones ocupadas por Alemania, no estaban destinados a permitir el ingreso al territorio nacional; no podían, pues, en ninguna forma, lesionar el interés público; ni siquiera debían llegar a poder de los interesados. Estaban destinados, únicamente, a salvar vidas humanas; permitiendo que sus beneficiarios, con sólo una “fotocopia” de los citados documentos, presentada a las autoridades alemanas, pasaran del campo de concentración de los condenados a muerte – en el que se encontraban – a otro campo de concentración relativamente menos rigoroso. Logrado este objeto, los pasaportes debían ser destruidos.- Prueba de lo que afirmo es que la Legación del Perú en Suiza pudo recuperar dichos pasaportes muchas semanas después de su otorgamiento, al indicarle yo mismo que se encontraban depositados en la oficina que tiene esta ciudad el “Comité Internacional de favor de los Intelectuales”.

2. Otorgué los pasaportes por razones humanitarias; tal como lo hizo algunas veces – y es notorio – el último Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Vichy, Consejero Murphy, y como lo hacen actualmente, siempre que es necesario y por las mismas urgentes razones humanitarias, los funcionarios diplomáticos y consulares de las Naciones Unidas y Asociadas.- Prueba de lo que afirmo son las espontáneas intervenciones ante ese Despacho de la Santa Sede y del Gobierno de Polonia, al saber la severidad con que era juzgada una acción cuyo elevado móvil conocieron, en todo momento, los representantes en Suiza de las mencionadas entidades.

3. No rehusé la humanitaria acción que se me demandó insistentemente, patrocinada por entidades internacionales de primer rango y de absoluta solvencia moral:
a) porque al negarme a salvar vidas, cuya suerte se halló entre mis manos, hubiera tenido que violar el mandato de mi conciencia, sacrificio que el Estado peruano – constitucionalmente “católico, apostólico y romano” – no pide a sus funcionarios, ente cuyos ojos pone, al contrario, el ejemplo de una política internacional, social y racial siempre sujeta a principios de la religión oficial y que son comunes desde el hogar a todos los ciudadanos; y
b) porque tuve en cuenta las francas declaraciones contra el nazismo y sus excesos y a favor de las Naciones Unidas, hechas por el señor Presidente de la República en su visita a los Estados Unidos y por el señor Ministro de Relaciones Exteriores en la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, transcendentales declaraciones que tan elevados voceros de la Nación han repetido en el Perú en más de una solemnidad y que constituyen, por lo tanto, un programa que – creo – deben esforzarse en realizar los funcionarios llamados por el Reglamento Consular a “velar por el prestigio del Perú y de su Gobierno".

Barreto concluye sus elocuentes descargos señalando que:

«He expuesto lo que precede en honor de la verdad. Me resta solicitar, respetuosamente, en honor de la justicia, que ese Despacho tenga a bien contemplar mis explicaciones en oposición al testimonio de parte interesada y falto de pruebas que ha originado una medida administrativa que me daña y perjudica. Al formular esta demanda me amparo en la alteza de mira de ese Despacho, a cuya penetración, estoy seguro, no escapará que si mi proceder ha podido contrariar “expresas disposiciones dictadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores”, – disposiciones circunstanciales cuya oportunidad de aplicación no puede permitirse discutir un funcionario – ese proceder ha estado en todo momento subordinado a los fundamentales principios de ética cristiana y de depurada democracia y hondo liberalismo que, de feliz mancomún, inspiran hoy la política del Perú y de nuestro Continente».

José María Barreto: Justo entre las Naciones

La injusticia que se cometió con un funcionario diplomático peruano que actuó para salvarle la vida a 58 personas condenadas a muerte por el solo hecho de ser judías, y entre las cuales se encontraban 14 menores de edad, fue de alguna manera reparada gracias a la inclinación académica de otro funcionario diplomático peruano. Me refiero a la investigación que el embajador Juan del Campo Rodríguez realizó en los archivos de la Cancillería y que vio la luz en su obra El Tercer Reich visto por Torre Tagle: crónicas peruanas de la Segunda Guerra Mundial, publicada en 2012.

En su libro, que permite apreciar cómo los diplomáticos peruanos acreditados en diversas capitales europeas percibieron el desarrollo de los eventos que condujeron al auge del nacionalsocialismo y al desencadenamiento de la guerra, Del Campo describe con precisión y lujo de detalles la actuación de José María Barreto, desde su posición como Cónsul General en Ginebra, para mitigar el sufrimiento de intelectuales judíos recluidos en campos de concentración que conducían inexorablemente a la muerte. 

No sería exagerado decir que, sin la investigación de Juan del Campo, el predicamento de José María Barreto – así como el de otros que actuaron de manera similar, como José Gambetta y Carlos Heros – hubiera permanecido en el olvido de los archivos de la Cancillería.

Pero lo cierto es que la investigación de Del Campo llegó al conocimiento del Centro Mundial de Conmemoración del Shoa «Yad Vashem» (Shoa = Holocausto), cuyos dirigentes corroboraron en los archivos de la Cancillería peruana las conclusiones de dicha investigación y decidieron distinguir a José María Barreto nombrándolo «Justo entre las Naciones».

Según el portal internet del Yad Vashem, «las personas reconocidas como “Justos de las Naciones” reciben una medalla especialmente acuñada con su nombre, un diploma de honor y el privilegio de tener sus nombres grabado en el Muro de Honor en el Jardín de los Justos de las Naciones en Yad Vashem».

José María Barreto recibió póstumamente dicha distinción en 2014, siendo el primer peruano en recibirla. Dos años más tarde, la recibiría también Isabel Zuzunaga de Weill, dama arequipeña nacida en 1895.

A partir de este reconocimiento, la Cancillería peruana reconoció la valía de José María Barreto en una ceremonia que tuvo lugar el 11 de setiembre de 2014. La promoción de aspirantes al Servicio Diplomática del Perú que se graduó a fines de 2017 lleva el nombre «Consejero José María Barreto in memoriam Freddy Salas».

(Freddy Salas perteneció a la misma promoción en la Academia Diplomática del Perú pero falleció antes de finalizar sus estudios)

Comentarios finales

José María Barreto fue un funcionario diplomático de singular valor y valía, con méritos más que suficientes para ser considerado como un genuino modelo de conducta para todos nuestros connacionales y no sólo para los diplomáticos peruanos. 

Su compromiso sin reserva con la libertad de expresión y la aspiración peruana de recuperar sus antiguas provincias de Tacna y Arica, así como con los ideales humanistas que lo llevaron transgredir normas administrativas para salvar las vidas de personas condenadas a morir gratuitamente por el nazismo, incluyendo las vidas de menores de edad, dan fe de ello.

A Barreto se le canceló el nombramiento como Cónsul General en Ginebra, dejándosele casi en la indigencia y sin habérsele dado la oportunidad de hacer valer sus descargos de manera directa ante las autoridades de la Cancillería en Lima. En términos contemporáneos, a Barreto se le condenó en flagrante violación del derecho a la defensa y al debido proceso.

El reconocimiento del Centro Mundial de Conmemoración del Shoa «Yad Vashem», a pesar de su carácter póstumo, constituyó un acto de elemental e impostergable justicia y el proyecto de ley del congresista Martorell lo constituye también, motivo por el cual debe merecer el apoyo decidido y unánime del Congreso de la República.

Escrito por

Hubert Wieland Conroy

Magister en Derecho Constitucional. Diploma de Estudios Superiores en Relaciones Internacionales de la Universidad de Ginebra.


Publicado en

La pluma inquieta

Reflexiones constructivas sobre temas diversos.